escribir un diario, de cierta manera, es como insertarse en una tragedia. Vida intensa, grandes dramas, somos lo que somos, somos otros, más crueles, más atentos. El diario es un lugar en el que somos sujetos trágicos, sujetos extraordinarios, luchamos contra tensiones y dramas profundísimos, resistimos, hacemos parte de una representación teatral intensa y única. Narrarse en un diario es un acto político de hacer memoria. Acá me palpo, me investigo, me busco como un archivo, rectifico fechas, impongo un orden, administro recuerdos. No nos engañemos, las páginas fechadas son formalmente lo único lineal del registro íntimo. Es una cordialidad del género para, por un momento, hacernos olvidar de la composición caótica de la vida. Si no fuera por eso, no nos atreveríamos a empezar un diario