Mis mejores souvenires son los registros escritos y visuales de los lugares que recorro. Cuando estoy sola, me alcanza el tiempo para detenerme a llenar la bitácora, ya sea en medio de una comida o sentada en una banca. La fatalidad de la bitácora, o al menos en mi caso, es no tener el tiempo suficiente para registrar todo lo que vivo. A veces el cansancio acumulado de la jornada me limita a tomar fotos que, más adelante, usaré como referente para seguir completando el registro manual; de estos registros a destiempo también aprendo cosas valiosas, como retener recuerdos, aceptar que así como mi memoria olvida nombres (de), personas, plantas, lugares y ríos; también tiene la capacidad de inventar, recrear e intensificar algunos recuerdos. Hacer una bitácora será siempre un proyecto inacabado.